jueves, 12 de noviembre de 2009

De trapiches, ingenios y panocha. La otra historia de San José del Cabo.

Si mal no recuerdo, fue en el artículo que hice sobre Fernando Jordán, que comenté de aquél amigo que me recibió en su casa cuando llegué a vivir a San José del Cabo y que al preguntarle que si había algún libro de historia de la Baja California su respuesta fue: “ni lo busques, aquí no encontrarás nada, aquí no somos como allá en tu rancho.” Mal por él pero más mal aun por mi, pues le hice caso, solo que averiguando más y más encontré verdaderas maravillas. Y las sigo encontrando como es el caso de lo que hoy veremos. Para eso me apoyo en una edición personal que hiciera el Lic. Braulio Maldonado Sandez, Que bonito era mi pueblo. 1990. (no estoy seguro de la fecha).

El, siendo josefino de nacimiento relata como era la vida en esta parte del país: “¡Qué hombres y mujeres tan diferentes en su modo de ser y en sus costumbres viven en San José del Cabo! Ahora hasta los niños de mi pueblo parecen distintos a aquellas criaturas bullangueras, traviesas y alegres, con las cuales me tocó convivir”. Don Braulio Maldonado fue un activista político, sus ideas iban encausadas hacia el desarrollo comunitario rural, la formación de grupos para la adecuada explotación y regulación de la tierra fue algo por lo que él luchó. En 1953 fue electo primer gobernador de Baja California Norte, cuando éste dejó de ser Territorio para convertirse en el Estado número 29 de la federación.

“¡Qué bonito era mi pueblo! Sus cañaverales verdes y tupidos, sus gigantescos árboles de mangos criollos sus naranjos y ciruelos semejaban una esmeralda extendida a lo largo y a lo ancho de este pueblo de mis ensueños”. Esto que el nos narra es su visión del San José de los años veinte. Yo que llegué aquí en 1994 alcancé a ver parte de esa “esmeralda” que él menciona. Y continúa así: “El bienestar y la tranquilidad en que vivían estos pueblos se debía en gran parte a su trabajo constante y fecundo, principalmente en las épocas de la molienda de la caña de azúcar, en cuyos trapiches prestaban sus servicios más de 500 hombres. Las 14 ó 15 “panocherías” (trapiches) que existían en aquellos tiempos, constituían una fuente de trabajo para los obreros y campesinos de la región, algunos cortaban la caña, otros las acarreaban de las huertas a los molinos, los demás eran leñadores y muleros, quienes traían la leña de los cerros vecinos para ser utilizada precisamente en la molienda”.

“También trabajaban caldereros, cebadores, gabaceros y cacaixtleros, estos últimos tejían los “huacales” para empacar y conservar la panocha. Recuerdo que estos famosos cacaixtles eran una verdadera obra de arte, los construían con vara de palo de arco, amarrado con alambre delgado y forrados por dentro con los propios bagazos secos de la caña, estaban tan bien hechos que podían conservar la panocha por meses y aun por años sin que se echara a perder”.

“Los trapiches producían miles de cargas de piloncillo (panochas) y los ranchos abundante queso y carne seca, por eso es que al Puerto de San José del Cabo llegaban barcos de todas partes, especialmente de Guaymas, Santa Rosalía, Mazatlán, Ensenada y hasta de los puertos de San Diego, San Pedro y San Francisco. Daba gusto ver las estibas de queso y carne seca y las enormes pilas de cacaixtles de panocha que se embarcaban por aquellas playas arenosas y profundas, por cierto muy difíciles para el trabajo de alijo y desalijo, como llaman las gentes de mar a maniobras de carga y descarga de los barcos”.

Bueno y ¿en donde estaban estos trapiches o panocherías, como las nombra don Braulio? Pues estuvieron asentados a lo largo del Arroyo de San José, aún podemos ver sus vestigios, los chacuacos o chimeneas que se levantan, aquí en San José del Cabo son tres, hay dos en Todos Santos y una en Santiago. La panocha se sigue produciendo aún en San Bartolo. La caña de azúcar fue el negocio más prospero que hubo en San José durante un siglo de 1850 a 1950 aproximadamente, equiparable, creo yo, con lo que actualmente generan los bienes y raíces, solo que, la ambición hizo desaparecer esa prosperidad. Siendo tierras adecuadas por el clima y su propia fertilidad para la caña de azúcar, se pensó que sería más rentable sembrar jitomate, cosa que sucedió en los años treinta y cuarenta del siglo XX con funestas consecuencias.

Continúa don Braulio: “El auge tomatero trajo el despertar y la alegría de aquellas gentes porque había mucho trabajo y dinero a puños, desgraciadamente aquella euforia fue transitoria, porque se vino la competencia durísima de los agricultores de Sinaloa y Sonora y los precios del tomate de San José se vinieron abajo, los mercados norteamericanos dejaron de comprarlo y los barcos se alejaron del puerto; nuestras playas volvieron al abandono ancestral y la pobreza y la miseria se fueron enseñoreando del pueblo… los agricultores cometieron el error de arrancar todos sus cañaverales, descuidaron la siembra de cereales y hasta el cuidado de sus árboles como eran los mangos, los aguacates, naranjos, ciruelos, etc. etc., de manera que cuando quisieron sembrar nuevamente la caña y los demás productos que les daban el sustento diario se encontraron con que el famoso tomate había empobrecido las tierras”.

“Las huertas de San José del Cabo fueron quedando solas y abandonadas y como consecuencia se acabaron también y para siempre las famosas “panocherías”, por falta precisamente de la materia prima indispensable, o sea, la caña de azúcar; de los trapiches quedaron solamente las ruinas y las chimeneas, como recuerdo de aquellas épocas de auge y de riqueza”.

Sobre los cañaverales de San José ya en 1899 Southworth el escritor norteamericano contratado por Porfirio Díaz para dar a conocer las riquezas que guardaba el noroeste de México a los inversionistas extranjeros dio cuenta en su magnífica obra Baja California Ilustrada, Fernando Jordán lo comentó también en 1950 en El Otro México y nosotros lo que aquí vivimos desconocemos en mucho esta otra historia que el sur de la Baja California Sur encierra.

El único vestigio que sigue vivo entre los jóvenes josefinos es una palabra que de entrada suena agresiva pero que si la analizamos encontraremos ese recuerdo ya antiguo de una panochería. Una vez me encontraba en Santa Catarina, comunidad cercana a San José, con un “morro”, como dicen por acá a los jóvenes, de pronto sale despavorido y grita: ¡No seas panochero! ¿Panochero? le pregunté ¿Qué es un panochero? Y reafirmó: Pinchi bato mamón, eso es un panochero.

En el portal del Gobierno de Baja California aparecen los siguientes datos de don Braulio Maldonado: Nació en San José del Cabo (B.C.S.) en 1903. Licenciado en derecho (hacia 1929) por la UNAM, fue diputado federal por el Territorio Sur Baja California (1946-1949) y por el Territorio Norte de esa entidad (1952-1953), en cuyo lapso intermedio organizó la Coalición Nacional Revolucionaria y se convirtió en un líder de los campesinos. Electo primer Gobernador Constitucional del Estado de Baja California, para el periodo 1953-1959, en encargó de expedir la legislación de la nueva entidad. Posteriormente dirigió el Frente Popular Electoral, que trató de obstaculizar la campaña presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, por cuya razón se ausentó del País en 1964. A su regreso fue asesor del a Central Campesina Independiente (1966), y el movimiento Coordinador Revolucionario de la República Mexicana. Finalmente se retiró a la vida privada.





Las fotografías blanco y negro las obtuve del Centro Cultural Néstor Agúndez Martínez en Todos Santos, BCS.

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1 comentario:

  1. yo soy hijo de uno de los chemas de brawlio Maldonado en los 40s y si le decian a mi padre el cantinflas que tiempo despues fue gerente de varias cantinas en la zona norte y aparte el excomandante de la PGR y ex jefe de la PJE Salvador gomez avila su ahijado si los que eran duenos del Molino rojo y Chicago y si por ahi ahi una foto donde estan los 12 chemas juntos si quieren saber mas contacteme a carlossanchezvenwgas@outlook.com o mi # 1 949 4321820 gracias carlos sanchez

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