martes, 26 de enero de 2010

"Ve a que te den un tenmeacá..."

Quienes me conocen de tiempo saben que el tema de los niños no es cosas que acostumbre tratar, podremos sacar algunas conclusiones del por qué no soy afecto al tema, pero, en este momento no vienen, sinceramente lo digo, al caso. Así que hacemos un paréntesis en la visita al estado de Hidalgo y te cuento lo sucedido ayer.


Desde hace días pensaba escribir algo acerca de la utópica o más bien mítica y fantástica palabra que en infinidad de ocasiones escuché: el Tenmeacá.


Se que en la actualidad la palabra está en total desuso, su significado es más que obvio, pero, hubo una vez, en mi generación, y supongo que en las anteriores, en que sí hubo inocencia, no había televisión, por lo que la palabra que salía de la boca (no de la pantalla) era ley, especialmente viniendo de la mamá, como fue mi caso.


Sabía perfectamente que cada que la oyera significaba que era la hora de salir de la sala pues las señoras se pondrían a contar sus cosas, sus intimidades, y todo niño no tenía derecho a oír lo que allí se discutiría, algo así como un cónclave de comadres, de tías, de mujeres, pues.


Y la frase mágica aparecía: vete allá a fuera y “diles que te den un tenemeacá”


El circo estaba ya instalado, en lo que ahora es un pequeño jardín frente a lo que fuera la espléndida hacienda de La Labor.


Y, como en esa época la palabra de un padre o madre era una ley superior, nadie, absolutamente nadie la podía discutir (eso, por si no lo sabes se llaman VALORES). Bueno pues, no me quedaba otra más que abandonar la sala donde se ofrecía café (que yo no tomaba), refrescos (que si tomaba en abundancia) y una serie de galletas que eran hechas por los mismos ángeles (las “lenguas de vaca” de la comadre –de mi mamá- Josefina, eran soberbias).


Estos son los “sanjuaneros”, peregrinos que por miles acaban de pasar por Salamanca rumbo a San Juan de los Lagos, allí se congregaran miles y miles de todo el país para las celebraciones del 2 de la Candelaria.


¿Hay o no hay tenmeacá? Me pregunté una y otra vez, luego caí en la conclusión, analizando la palabra, que en verdad significaba detenme por acá, solo que sonaba distinto en una sola voz que separándola.


Indudablemente que los tiempos cambian, las circunstancias también y la vida, para bien o para mal, ha ido perdiendo aquellos momentos que, en su momento fue tan valioso, como que fueron los pilares de formación para la generación a la que pertenezco.


La mágica inocencia en pleno, el hermano mayor que protege a su hermanita, de fondo la Hacienda La Labor, una verdadera obra de arte.


Y bueno, así fue, ayer lunes, como marca la tradición se celebró, una vez más al Niño de Praga. Es una tradición hermosa y más hermosa aún es su historia. Esa, a sugerencia de varios de quienes leen El Bable, mejor la pongo en “el otro blog”, esto con el fin de no herir susceptibilidades. Y ¿por qué las fotos? Pues mira, pocas, pocas veces me dejo seducir por la inocencia, sonrisa e insistencia de un niño, como fue ayer en la comunidad de La Labor, frente a una hacienda de la que dentro de poco te contaré la maravilla que es, allí llegué, “aventando el buche”, es decir, cansadísimo, luego de una caminata propia de un Sanjuanero en estos días (el 2 hay festividad en San Juan de los Lagos, de allí el termino “sanjuanero”), pues caminé fácilmente más de quince kilómetros pero llegué a mi destino y es en verdad extraordinario, ya te lo contaré, el caso es que estando allí, buscando el ángulo adecuado, el niño se me acerca y me pregunta, obvio es, ¿por qué tomas fotos? Y bueno, el problema fue responder una pregunta para que una cascada de preguntas en torno a la fotografía se desarrollara y terminara trayéndome a su hermanita para que la retratara también… ese hubiera sido el momento perfecto para que el tenemeacá si existiera.


¿Te interesa la bellísima historia del Niño de Praga?


http://elsenordelhospital.blogspot.com/2010/01/devocion-al-nino-de-praga.html



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