martes, 16 de abril de 2013

Los pisos de Yucatán: La sublimación de las artes decorativas.

    Sucedió que a finales del siglo XIX y, sobre todo, iniciado el siglo XX, las artes decorativas se desarrollaron por todo México. Estas implicaban darle colorido y llenar los espacios a las habitaciones que eran de dimensiones casi colosales. Una casa normal de aquella época tenía paredes de al menos cinco metros de alto. Los espacios eran grandes y paredes, pisos y techos se volvieron lienzos en los cuales la creatividad plasmó los diseños que iban desde una sencilla cuadrícula, hasta los más elaborados caleidoscopios que mantenían la tendencia geométrica que la época marcaba.

   En el Norte, en el Centro y en el Sur, más específicamente, en el Sureste las artes decorativas se fueron un poco más allá de lo señorial del neoclásico y comenzaron a tomar formas un poco más atrevidas y de coloraciones que comulgaban a la perfección con el entorno tropical de la península de Yucatán.

    Un caso extremo, digamos que en punto más alto de la exquisitez, sobriedad y buen gusto lo encontramos en la Casa de Montejo o Palacio Peón en Mérida, en donde el piso colocado es del más puro de los mármoles traídos de Italia y colocados en forma de tablero de ajedrez.

    Pero al llegar estos estilos al pueblo, comenzaron a tomar su carta de naturalización en donde los colores formaban junto con los diseños geométricos, formas atrevidas, que nos hablan de una raíz estética distinta a la venida de Europa, una más auténtica en donde, el entorno tropical combinaba a la perfección con los colores fuertes y los diseños florales las más de las veces.

    Caminando por las calles de Mérida, Motul, Izamal, Valladolid, Baca y varios pueblos más voy encontrando estos diseños que me parecen simple y sencillamente sublimes pues llegan precisamente a eso, a la sublimación de la forma y el color. (Sublimación s. f. Exaltación o engrandecimiento de las cualidades de una persona o de una cosa.) Esto me motivó a ir buscando más y más pisos, a asomarme por ventanas, a aprovechar el momento en que la paz con la que se vive por acá deja la puerta abierta para que uno, paseante, quede, en ocasiones atónito ante lo que dentro de esa habitación se guarda.

    Con este ejercicio fotográfico lo que pretendo es que cuando tu camines por calles de pueblos desconocidos, veas un poco más allá a lo que normalmente le ponemos atención pues, como me sucedió en Yucatán, en ocasiones se guardan elementos que nos dejarán, en más de dos ocasiones, con la boca abierta. Y a las pruebas me remito:












































Para ver la versión del Bajío de estos pisos de pasta, entra aquí.

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