viernes, 7 de febrero de 2014

El viaje sigue, pasando ahora por Cuautlinchán, Puebla.

  Si eres nuevo por El Bable, te comento que, cuando tengo la oportunidad de viajar, luego de planear la ruta procuro avanzar la mayor cantidad posible de artículos pues sé muy bien que estando en el viaje no siempre me será posible conectarme para subir mi diario artículo. Cuando agoto esos artículos preparados anticipadamente, comienzo a elaborar los relacionados al relato del viaje. No es cosa fácil pues tengo que manejar muchos datos a la vez: los del lugar que visité, los del lugar que estoy visitando y los lugares que visitaré. Aumenta a eso que ese "vicio" que me he creado en torno a fotografiar todo aquello que me llama la atención de pronto me agota pues significa acumular entre 300 y 400 fotografías día con día, mismas que voy ordenando, corrigiendo, seleccionando... en fin, la cosa no es precisamente sencilla.

  En ese orden de ideas, te contaba ayer sobre la visita que hice a Tecali y lo mucho que encontré allí. Por suerte la biblioteca estaba abierta, pude documentar algunos temas locales y me enteré de la publicación de un libro basado en los archivos parroquiales; pude conseguir un ejemplar así que, dentro de poco te platicaré más a detalle de esos sitios. La foto que vemos ahora la tomé en el entronque de caminos, pues me fui en uno que me llevó de Tecali a este punto y allí esperé el que me dejara en Cuautinchán. El vigilante del convento en Tecali me dijo que el nombre debería ser Cuahutinchan, con h intermedia y sin acento, pues se refiere a un águila a la "casa de las águilas". Por cierto, confundía el nombre con un pueblo del Estado de México, Caotlinchán, pero ese es coatl, serpiente, no cuahu, águila.

  El pueblo es más bien pequeño, muy tranquilo, llegué en la tarde, desde un kilómetro antes se alcanzaba a ver una enorme barda que es parte del atrio, gigantesco también. Siendo esta zona otro de los conventos levantados al principio de la evangelización las dimensiones de las tierras otorgadas por el rey a los franciscanos eran grades, tan grandes como todo lo que es el centro de cada uno de esos pueblos en la actualidad. Aquí sobrevive el atrio, pero sin ornamentos; la barda perimetral; el templo y el convento. Las que fueron huertas y demás propiedades de los franciscanos, eso está ahora poblado.

   No entré por el frente, sino por una especie de puerta trasera, rodeé todo el templo por el exterior, las puertas estaban cerradas, vi el portal de peregrinos y volví a esa parte trasera, entonces me di cuenta de una puerta que tenía un letrero diciendo "favor de mantener la puerta cerrada, la luz daña los retablos", entendí que ese era el acceso y, efectivamente, ya me encontraba dentro de una construcción enorme, de techumbre muy alta, en donde había, casi en la penumbra imágenes religiosas, algunas veladoras encendidas, pinturas antiguas y un enorme retablo en el altar mayor, fue entonces que apareció el sacristán y, para no llevarme otra reprimenda pregunté si podía tomar fotos, sí, adelante, me dijo. Incluso encendió algunas luces.

  Él se encontraba dando algunas instrucciones para la elaboración del altar a la virgen de la Candelaria, mientras me dediqué a caminar pausadamente, era un ambiente lleno de misterio, pues, por un lado los muros tan altos, y la escasa iluminación hacía de ese espacio algo singular. Vi muchas imágenes, unas antiguas, otras no tanto y alguna que otra moderna también, todas dispuestas al modo indiano, no en altares sin junto a las paredes, colocadas directamente en el piso. Cercano al altar mayor se encontraba una imagen de Cristo enorme, con muchas flores y velas.

  Salí de allí impresionando, crucé otra puerta y estaba ya dentro de lo que fue el patio central del convento, allí se exponen varios objetos y hay algunas fichas explicativas diciendo de la importancia que el lugar tuvo en la región, mencionando de esa especie de triángulo que hubo entre los conventos levantados en el XVI: Tepeaca-Tecali-Cuautinchán.

  Esa mañana fue de mucho frío, ya en la tarde, cuando me encontraba en Cuahutinchán la temperatura había mejorado y el cielo comenzaba a despejarse, fueron muchas horas las de caminar conventos y templos, más que cansado me encontraba hambriento, pero no vi nada en donde pudiera comer por este pueblo, así que espere pacientemete a que saliera un autobús rumbo a Tepeaca, allá cené y recapitulé lo que ya había visitado, llevaba ya cuatro ex conventos pero fueron muchos más los que construyeron en esta región así que, mejor hay que descansar pues seguramente mañana será otro día intenso, tengo agendados (por decir) dos conventos más por visitar...








1 comentario:

  1. Me encanta y valoro todo lo que preparas para compartir en el blog. Siempre te sigo.

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