sábado, 22 de octubre de 2016

El mesías trastornado, la rebelión de Cuerno Verde, 1799

    En amables discusiones que he tenido con amigos próximos cuando aparece el fantasma, casi síndrome, del "gobierno no hace nada" regularmente salgo a defensa del gobierno (aunque usted no lo crea) y lo hago en una forma bien clara y sustentada pues siendo tan grande, enorme y rico el patrimonio cultural de México es cosa imposible rescatar todos los sitos arqueológicos, todas las construcciones virreinales, todas las haciendas que se están cayendo a pedazos pues, de hacerlo, el 95% del presupuesto total de cada ejercicio se tendría que ir a ese rubro. Cada vez que alguien vuelve a decir aquello de que el gobierno no hace nada, salgo a la defensa pues, por ejemplo, las publicaciones de Conaculta son magníficas, y sus precios regularmente son bastante accesibles y cuando surge aquello de que "no nos enseñan nada en la escuela" -en términos de historia- mi respuesta es automática: tendríamos que hace un plan de estudios en los que la aritmética, las ciencias y demás se hagan a un lado y solo aprendamos historia de México. En la primaria y secundaria no solo nos dan una "embarrada" de historia, nos dan una "embarrada" de todo y luego, cuando optamos por una profesión entonces sí, a esa ciencia, a esa materia nos vamos. 

  La historia de México es tan rica, que, por ejemplo eso que popularmente se llama "colonia" (recordemos que colonia solo fue de 1521 a 1535), cuando, el 14 de noviembre de 1535 se instala el primer virrey es entonces que esto que conocemos como México se volvió un virreinato, por lo tanto la historia colonial fue de tan solo 14 años, el resto de los 300 fue virreinal. Y al hablar de historia virreinal debemos referir el siglo, pues una cosa es el XVI, otra muy distinta el XVII y ni que decir del XVIII, a cual más interesante uno de otro. Y, comenzado el XIX, primero con la etapa de la Independencia, (la que se divide en varios periodos) y luego de la consumación la cosa se vuelve más complicada aun, pues si algo complicado hay en toda nuestra historia colectiva, eso es el XIX. 

  Entremos en materia, de lo contrario este post se volverá eterno. Partiendo del enunciado de que la historia la escriben los ganadores, poco se difundió en su momento, lo complicado que fue la conquista. Por conquista entendemos la caída de Tenochtitlán, sí, pero el territorio era enorme y les llevó varias décadas poderlo someter. Sabemos de Tenamaxtle y el movimiento que él encabezó, la rebelión de Yanga, el de Guillén de Lampart, personaje del que hay una escultura dentro de la columna de Independencia. Del movimiento de Topia, y algunos más por los rumbos de Durango, como es el que hoy nos ocupa y que te recomiendo leer con mucha atención. Esta vez nos apoyamos por una de las grandes plumas en la historiografía mexicana: Enrique Florescano.

El mesías trastornado de Durango, 1799-1801


  "El 25 de enero de 1801, Francisco Antonio de la Bástida y Araziel, principal autoridad de San Juan Bautista del Río, una población situada al norte de Durango, tuvo una entrevista con un indio que se presentó con el nombre de “capitán Cuerno Verde”, que más tarde aseguró llamarse José Silvestre Sariñana y finalmente resultó ser José Bernardo Herrada. En su entrevista con Bástida, Herrada solicitó licencia para permanecer unos días en San Juan Bautista del Río y participar como “toreador” de a pie en las próximas festividades del pueblo. Sin embargo, días más tarde, el gobernador indígena del pueblo informó a Bástida que “Cuerno Verde” estaba alborotando a la población con declaraciones sediciosas. El mismo Bástida recibió un papel de Herrada en el cual advirtió mensajes que podrían inquietar a los indígenas y ordenó encarcelarlo. José Bernardo Herrada fue sometido a un interrogatorio que arrojó alguna luz sobre sus “ideas sediciosas”, pero que no permite llegar al fondo de la turbada mentalidad de ese personaje.

  Herrada atrajo la atención del gobernador indígena de San Juan Bautista del Río cuando aseguró que podría hacer llover fuego del cielo durante las festividades del pueblo. Contó a los indígenas que en Durango había sido preso por presentarse como un hombre misteriosamente enmascarado. También dijo a los indios principales que era su deber defenderlo de las autoridades españolas, y anunció acontecimientos extraordinarios para los próximos días. Sometido a un interrogatorio, causó conmoción a las autoridades cuando confesó haber recorrido decenas de leguas del norte del virreinato para recoger firmas en favor de la entronización de un rey indígena que era nada menos que su propio padre, quien debía ser coronado el 29 de marzo de 1801, presumiblemente en Tlaxcala.

  Declaró que había nacido en el barrio de Analco en la ciudad de Tlaxcala, donde había sido “capitán” de 133 pueblos de su distrito. Luego hizo un relato fantástico de su peregrinación por el norte de México. Según su testimonio, el 3 de septiembre de 1799 salió de Tlaxcala y al día siguiente llegó a la capital del virreinato, acompañado de varios familiares y 14 indígenas procedentes de diversos pueblos cercanos a la ciudad de México que su padre, el gobernador de Tlaxcala, le había proporcionado para que lo acompañara en su recorrido. Bajo la dirección de Herrada el grupo viajó unido durante varios días, al llegar a Río Verde, un pueblo cercano a San Luis Potosí, cada uno de sus miembros siguió un itinerario particular, de acuerdo a lo señalado en una supuesta real cédula que el anterior virrey Miguel José de Azauza le había dado a Herrada. Según ese documento, que nunca se presentó como evidencia en el interrogatorio, la misión era colectar limosnas y reclutar desertores militares para fines no definidos.

  Sin embargo, en otra parte de su declaración Herrada dijo que su misión era recoger las “firmas” de 40,000 indígenas, y especialmente de autoridades de los pueblos, con el propósito de que los firmantes apoyaran el gobierno de su padre y estuvieran presentes en la coronación que tendía lugar el 29 de marzo de 1801. También dijo que la colecta de firmas era un pretexto para indagar el número de españoles que había en cada pueblo y área rural. Esta información debía reunirse porque, según Herrada, los españoles “habían oprimido y esclavizado a los indígenas, y su padre tenía corona y poder, y era necesario expulsar a todos [los españoles], como se había hecho con los jesuitas”.

  Herrada confesó a sus inquisidores que el derecho de su padre al trono se basaba en una real cédula de 1786, expedida por el rey de España Carlos IV, en la cual se asentaba que su padre “debía ser coronado, con facultades absolutas para mandar, hacer y disponer”. Provocó aun mayor alarma cuando aseguró que los planes de su padre estaban apoyados por una fuerza de 500 soldados ingleses y 300 franceses, apostados en un punto no identificado de la costa, con quien su padre mantenía comunicación permanentemente. Esta noticia mezclada con rumores acerca de probables ataques ingleses, denuncias de sublevaciones indígenas y rumores conspiratorios, indujo a las autoridades de Nueva Vizcaya a darle crédito a las declaraciones de Herrada y a precisar su vinculación con otro líder indígena que por ese tiempo promovía una sublevación en la región de Tepic.

  Los interrogatorios a que fue sometido Herrrada no permitieron establecer una vinculación cierta entre él y Mariano, el mesías indígena de Tepic, y menos con fuerzas inglesas, pero sí mostraron los desvaríos que poblaban la mente de Herrada. El supuesto padre gobernador indígena de Tlaxcala era producto de su imaginación perturbada, pues Herrada había quedado huérfano de padre desde niño. Tampoco parece cierto que Herrada hubiera visitado los pueblos que dijo haber recorrido, pues muchos eran creaciones de su fantasía, lo mismo que los nombres de las personas que dijo habían firmado los comunicados en favor de la coronación de su padre. También eran imaginarias las credenciales, las reales cédulas y otros documentos oficiales españoles con los que Herrada pretendió acreditar sus acciones.

  Lo que sí resultó cierto fue el carácter sedicioso de su programa: entre fantasías, delirios y contradicciones, Herrada predicaba el advenimiento de una suerte de milenio, en el cual el gobierno pasaría de los españoles a los indígenas, mediante la persona de un rey indígena. En su momento en que el gobierno estuviera en manos de los indios, los españoles debían ser expulsados. Sin embargo, esta claridad en el objetivo último del proyecto de Herrada se ve disminuida por la falta de respuesta de sus escuchas indígenas. Herrada es un mesías frustrado porque no tiene seguidores, anuncia un programa liberador pero carece de capacidad para movilizar a los indígenas a quienes se dirige, además; su mensaje es confuso y contradictorio. El rasgo más absurdo del programa de Herrada es su reiterada apelación a las más altas autoridades españolas para legitimar la acción subversiva que pretendía derrocar el poder español. Dice, por ejemplo, que el itinerario que siguió en su viaje por el norte de Nueva España y la misión que perseguía estaban autorizadas por el virrey Miguel José de Aranza. Aún más disparatado es que Herrada sostuviera el reclamo de su padre al ser coronado, “con facultades absolutas para mandar hacer y disponer”, ¡aduciendo una real cédula de Carlos IV!

  Durante los primeros días del mes de febrero de 1801 Herrada respondió con estas y otras declaraciones al interrogatorio que le hicieron las autoridades españolas, hasta que su testimonio formó un grueso expediente. Entonces dijo todo lo que sabemos de él y de su proyecto. Luego calló. Desde 1800 estuvo encarcelado en Durango y en 1805 fue enviado bajo custodia a Guadalajara, con el propósito de conducirlo a Veracruz y por último a La Habana, donde debería cumplir una sentencia de seis años. Pero en la noche del 14 de diciembre de 1805 escapó de la hacienda de Tlacotes, cerca de Zacatecas y no se supo más de él". (1)

  El autor refiere que toda la información sobre Cuerno Verde la obtuvo de la obra de Eric Van Young Millennium on the Northern Marches: The Mad Messiah of Durango and Popular Rebellion in Mexico, 1800–1815. (Article in Comparative Studies in Society and History 28(03):385 - 413 · July 1986. DOI: 10.1017/S0010417500013992).

Fuente:

Florescano, Enrique. Memoria mexicana. FCE. México, 2010. pp. 498-502

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