sábado, 19 de noviembre de 2016

Cuando S.M. dejó mil pesos: Crónica de la visita de Carlota al puerto de Veracruz, 1865. (4ª. Parte)

  “Desde la víspera de este día por los periódicos y por medio de avisos se hizo saber que S. M. recibiría en audiencia pública á todo el que lo deseara. Los boletos respectivos se expidieron en la oficina del jefe del Gabinete Civil, y desde la una de la tarde la Emperatriz Carlota recibió indistintamente á pobres y á ricos, aliviando los sufrimientos ele los unos, consolando á los necesitados, recibiendo peticiones, derramando beneficios por todas partes. Como deseamos referir aunque brevemente todo cuanto pasó en cada uno de los días que S. M. nos ha honrado con su visita, diremos que en esa fecha la Srita. Peralta debía continuar su viaje á la capital. Nuestra Soberana que nada olvida, comisionó al Señor Prefecto Político para que en su nombre entregará á la celebre artista mexicana, á la Srita. Paniagua y al Sr. Balderas un presente, el cual consistía en un rico brazalete para cada una de las cantantes y para el último una caja de oro destinada á encerrar rapé.

   Sigamos nuestra interrumpida relación. Concluida la audiencia pública, S. M. en unión del Señor Prefecto Superior visitó el Hospital de la Marina establecido en el edificio destinado á recibir á los desvalidos, que se ven privados de trabajar, y que es conocido con el nombre de Hospicio de pobres. Nuestra Soberana vio con placer ese bello edificio, y aun tenemos entendido, que le fue referida la asiduidad que se puso en su conclusión por el objeto á que se consagraba, De allí se dirigió al colegio del Sr. Rodríguez Costa. Después de varios vivas, el niño Chicoy le dirigió la palabra con desembarazo, agradeciéndole la inmensa honra que dispensaba á aquel plantel con su Augusta presencia. También allí fue obsequiada S. M. con una carta geográfica de México, dibujada por el niño D. Manuel Gutiérrez Zamora. Satisfecha de los adelantos de los discípulos del Sr. Costa, S. M. regresó á palacio no sin ser victoreada como en el acto de entrar.

  Esa noche fue invitada á la comida la Sra. Vázquez de Burean, á quien luego se dignó entregar S. M. el diploma y la pequeña cruz de San Cárlos. No fue esa la única gracia que dispensó Nuestra Soberana. Al mismo tiempo se comunicaban sus nombramientos de damas de palacio á las Sras. Da. Guadalupe Rodríguez de Mirón y Da. Juana Cuspinera de Greenham, de caballeros de la Imperial orden de Guadalupe á los Sres. D. Pedro J. de Velasco, D. Juan Cruzado, D. Cayetano T. Becerra y D. Jorge de la Serna y Barros, y de agraciados con la medalla de plata del mérito civil á los Sres. D. Manuel Grajeda de Córdova, D. Antonio M. Robledo, D. José María Blanco y D. Ramón Puertas de Veracruz y D. Angel Arnaud, de Paso del Macho. También la Sra. Da. Concepción Miguel de Córdova fué condecorada con la pequeña cruz de San Cárlos

  Juzgando S. M. que debía salir al día siguiente, despues de hechos los anteriores nombramientos, dirigió al Sr. Prefecto superior político la siguiente carta:

"Sr. Prefecto:
  "Antes de dejar esta Ciudad que tantas pruebas Me ha dado de afecto y cariño, quiero que en Mi nombre agradezca á los habitantes de Veracruz el ardiente recibimiento que Me hicieron, asegurándoles que eternamente quedará grabado en mi corazón; y distribuyendo 1.000 pesos á los mas necesitados.
"Reciba V., Señor Prefecto, los testimonios de mi benevolencia.—CARLOTA.
"Veracruz, 17 de Noviembre de 1865."

   A propósito de tan bella acción nos limitaremos á copiar uno de los párrafos del "Monitor Veracruzano." Correspondiente al 21 del actual, dice así:

  "No contenta con esto, y siempre deseosa de acudir al socorro de los desgraciados, remitió al Señor Prefecto superior político la suma de mil pesos para que los distribuyese entre los vecinos mas necesitados. 278 personas recibieren ese socorro que les acordó la bienhechora Soberana de México. ¡Cuántas lágrimas no vino á secar, como siempre, la Emperatriz Carlota! Las bendiciones de estos desgraciados la seguirán por todas partes.—Nosotros hemos tenido ocasión de ver á una desventurada madre de familia recibir llorando y levantando sus ojos al cielo la cantidad que le correspondió, y después, sollozando, decirnos”—mañana no tenían mis hijos que comer: yo los enseñaré á amar y bendecir á quien les ha dado el pan que me pedían y que no podía darles.—A nuestra vez diremos: Emperatriz Corlota continuad en la hermosa senda que os habéis trazado, y no habrá un solo corazón mexicano que no lata por vos!". Nada podríamos agregar á lo que dicen esas cuantas líneas.

  De antemano había ofrecido S. M. que honraría el teatro aquella noche y á las ocho y cuarto se dirigió á él acompañada de sus damas y de varias personas de la corte. Fue recibida en medio de mil aclamaciones de gozo, y de los sonidos de una música militar. El local estaba adornado como la noche del baile, y la concurrencia era escogida. La Compañía Duclos-Ortiz eligió para esa noche el drama de D. Tomas Rodríguez Rubí intitulado "Isabel la Católica." Los artistas aunque de conocida reputación se esforzaron en su desempeño, y se presentaron en escena –con lucidos y costosos trajes. Concluido el segundo acto S. M. se retiró, é instantáneamente circuló la voz de que debía embarcarse al día siguiente para la península. Los semblantes se entristecieron y por todas partes se oían estas palabras: pero volverá. Curiosos de saber á quien se aplicaban, nos detuvimos en diversos grupos, y quedamos convencidos que se referían á la Emperatriz Carlota que nos abandonaba.

  Sin embargo, el cielo demostraba que la temperatura sufriría un violento cambio. Bien sabido es de todo el mundo que esta es la estación en que los vientos del norte soplan con mas fuerza, y en la madrugada del 18 se había desatado ya. A las siete de la mañana ele ese día estaban reunidas en el palacio la comisión de señoras, y la de los funcionarios y particulares que debían acompañar á S. M. hasta el muelle. Mas el embarque fue imposible, y tampoco hubiera sido prudente confiar los preciosos días de la Augusta Esposa de Maximiliano, á los furores del pérfido elemento. No obstante la hora, la Emperatriz recibió á cuantos se encontraban dispuestos á hacerla compañía. Con su acostumbrada afabilidad, dirigió á todos la palabra y recordamos, que preguntando á uno de aquellos señores que pensaba del viento que estaba soplando, contestó: "Pienso, Señora, que se ha puesto de acuerdo con los veracruzanos, para que V. M. permanezca mas tiempo entre nosotros."

  La comitiva se retiró y aunque el norte aumentaba á cada momento, el pueblo de Veracruz gozaba á la sola idea de que la Soberana de México, estuviera algunas horas más dentro de sus muros. El 19 aunque el viento liaba calmado, el barqueo era imposible. Tampoco ese día pudo efectuarse la salida. S. M. en la mañana, concurrió al templo á cumplir los deberes cristianos y allí fue nuevamente admirada por su unción y piedad. S. M. no quiso que transcurriera un solo día de su permanencia en esta ciudad, sin dejar un grato recuerdo de su memoria. Después de vuelta de nuestra iglesia parroquial, tuvo á bien nombrar Chambelanes de palacio á los Sres. D. Pedro J. de Velasco y D. Francisco P. Cos. Los agraciados con las condecoraciones de que hemos hecho mérito anteriormente, fueron recibidos en audiencia particular por S. M. ó quien manifestaron su agradecimiento por la honra que les liaba dispensado. La Emperatriz con su genial bondad contestó á las personas que le dirgieran la palabra, las que se retiraron mas y mas satisfechas de la amabilidad de Nuestra Soberana. Igualmente para la comida de ese día, se sirvió invitar á las niñas Francisca Vázquez y Dolores Sánchez, que habían cantado el himno en su obsequio la noche del martes. Por fin, el día siguiente se decidió la partida de S. M. 

    Al pié de palacio estaban varias carretelas y la carroza imperial y en el interior, á eso de las ocho de la mañana la Sra. Vázquez de Burean, la Sra. Courthial, las nuevas damas Sras. de Mirón y de Greenham, todos los empleados de las oficinas, los Sres. Prefecto Marítimo y Comandante Militar con sus oficialidades respectivas y una multitud de particulares. Ya en el salón de recibo, fué anunciada S. M. por el Señor Chambelan Velasco. Apareció la Emperatriz Carlota vestida con sumo gusto pero con exquisita sencillez, y pasando alternativamente de un lado al otro del salón, dirigió la palabra á la mayor parte de los jefes de oficina, á todos los Señores Cónsules y á muchos de los particulares, y atravesando luego magestliosamente el mismo salón, se dirigió acompañada de sus damas de honor y de la comisión de señoras al carruaje que le estaba destinado. Al descender la escalera la recibió un golpe de música, y habiendo tomarlo asiento á su lado izquierdo la Sra. Pacheco que estaba ese día de servicio, despidió á la comisión de señoras. En ese orden y en medio de la valla que de antemano estaba formada, S. M. se dirigió al muelle, que estaba perfectamente adornado.

  La bahía presentaba ese dia una vista verdaderamente indescriptible y sorprendente, innumerables botes y lanchas circulaban en todas direcciones sobre sus entonces mansas aguas, y las olas que la antevíspera se estrellaban con furia, y revolvían para de nuevo estrellarse contra el muelle y contra todo lo que les presentara resistencia, el 21 por la mañana lamían dulcemente los costados de la falúa que debía trasportar á la Augusta Soberana de México á bordo del vapor nacional Tabasco. Esa falúa estaba ricamente dispuesta, sus empavesados eran de terciopelo carmesí con la corona imperial bordada en oro sobre sus ángulos. Ricos almohadones de la misma tela la hacían todavía mas cómoda, y enarbolados á proa y á popa los pabellones-imperiales respectivos, se destacaba en el lugar de la caña, el eapitan del puerto D. Juan Lainé vestido de gran uniforme que condujo á S. M. á bordo del vapor indicado.

  Luego que la Augusta Viajera descendió á la falúa en unión de su dama de honor, de los Exmos. Sres. Ministros de España y Bélgica y del Señor Prefecto Marítimo, los buques de guerra que estaban empavesados y el Castillo de San Juan de Ulúa la saludaron con sus bocas de fuego. Sin embargo, el estruendo de los cañones no sofocaba las aclamaciones de la multitud. Partió Nuestra Soberana, y, al deslizarse la falúa sobre las aguas, al compasado movimiento de la boga imperial, las demás embarcaciones de que hemos hablado formaron valla y convoyaron la falúa de S. M. las personas que iban en ellas enviando continuos vivas, quemando cohetes y haciendo otras demostraciones de placer. Hemos visto á muchas de estas, que arrojaban sus sombreros al aire, y otras en dirección de la falúa, queriendo de ese modo manifestar el entusiasmo de que estaban poseídas.

  Atravesó, por fin, la bahía y fue recibida á bordo con todos los honores debidos. El Señor Prefecto Político, deseoso de tomar las últimas órdenes de S. M. v de darle la postrer despedida, fue también al «Tabasco.» Allí la Emperatriz le manifestó, que no solo estaba complacida de la recepción que se le había hecho en Veracruz, sino profundamente conmovida de dejar la ciudad. Así lo hizo saber á S. M. el Emperador en el telegrama que le dirigió casi al tiempo de zarpar. Por fin, el «Tabasco» que con muchos días de anticipación se había dispuesto para recibir á la Ilustre Viajera se puso en marcha escoltado por la fragata austriaca «Dandolo.» La numerosa concurrencia que acompañó á la Emperatriz, es decir, casi toda la población de Veracruz que se hallaba agrupada en el muelle y coronando las azoteas de los edificios inmediatos, tenían la vista fija en los movimientos del «Tabasco,» hasta que se hizo de la vuelta afuera. ¡Adiós Emperatriz Carlota! recibid nuestros fervientes deseos porque el cielo, que os trajo á nuestra patria, os conserve para su felicidad. ¡Adiós! que prósperos vientos os devuelvan á nuestras playas, después de cumplida Vuestra bienhechora misión.—Para Vos han sido nuestros últimos votos; que sea para nosotros, á Vuestro regreso, Vuestro primer saludo.  

  La Emperatriz continuará su viaje, de Veracruz se dirige a Sisal, puerto en el que igual fue recibida estripitosamente, al igual que en Mérida y los demás puntos por donde siguió, eso lo puedes leer aquí. Pasó cerca de Santa Elena, población yucateca en la que se fundó la Villa Carlota, intento de colonización alemán que acabó en rotundo fracaso.

Si no leíste la parte anterior de esta crónica, entra aquí.

Fuente:

S.M. la Emperatriz Carlota en Veracruz. Imprenta de J.M: Blanco. Noviembre de 1865.

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